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Tras aproximadamente una hora de la salida de la fumata blanca de la chimenea de la Capilla Sixtina, el cardenal protodiácono, el francés Jean Louis Tauran, salió al balón principal y leyó el nombre del nuevo papa que guiará a los 1.200 millones de fieles que profesan la religión católica en unos tiempos especialmente difíciles: el argentino Jorge Mario Bergoglio, de 76 años.
El papa inició su discurso deseando “que este camino que hoy comienza sea de frutos para la evangelización de esta bellísima ciudad”, luego pidió orar los unos por los otros. “Oremos siempre para que exista una gran hermandad”.
Antes de dar la bendición oficial, el papa pidió al pueblo hacer una oración para el obispo.
“En silencio hagamos esta plegaria de ustedes por mí”.
“Recen por mí. ¡Hasta pronto! Mañana iré a rezar a la virgen para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descansen”, se despidió de sus feligreses.
El nuevo pontífice, jesuita, es el primero de América Latina. Bergoglio, que no contaba en ningún pronóstico, obtuvo 77% de los votos.
En el cónclave de 2005 fue considerado uno de los favoritos, aunque finalmente se impuso Benedicto XVI.
El Papa número 266 de la historia fue elegido este miércoles en una fecha redonda: 13-03-2013. "¡Tenemos papa!", gritaron casi al unísono los miles de fieles que abarrotaban la basílica de San Pedro al ver la fumata blanca.
En un rito que viene repitiéndose desde tiempos inmemoriales, la chimenea de la Capilla Sixtina anunció este miércoles que los cardenales eligieron por amplia mayoría al pontífice que guiará a los 1.200 millones de fieles que profesan la religión católica en unos tiempos especialmente difíciles.
La prensa italiana citaba entre los principales favoritos al brasileño Odilo Scherer y el italiano Angelo Scola. Pero también se mencionaban otros como el estadounidense Timothy Dolan.
El humo blanco emergió al lluvioso cielo de Roma en la tarde del segundo día de cónclave y tras sólo dos fumatas negras.
Miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro celebraron con júbilo la fumata, mientras las campanas de la basílica empezaban a repicar para festejar la noticia, tal y como manda la tradición.
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