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25 sept 2008

45 aniversario del derrocamiento al profesor Bosch

Hoy se cumple el 45 aniversario del fatídico golpe de Estado perpetrado la madrugada del 25 de septiembre de 1963 contra el gobierno del profesor Juan Bosch, el presidente constitucional que se hizo cargo de los destinos del pueblo dominicano el 27 de febrero de ese año, enarbolando un ambicioso programa de reformas económicas, sociales y políticas.

A Bosch –considerado por muchos como uno de los pensadores dominicanos más grandes de todos los tiempos– le correspondió asumir el poder tras ganar con un 62 por ciento de los votos las elecciones del 20 de diciembre de 1962, rodeado de un entorno político nacional e internacional bastante difícil y trastornado.

El reputado intelectual y político dominicano ganó los comicios a los sectores más conservadores de la sociedad, los cuales estaban representados por la Unión Cívica Nacional, luego de retornar a la República Dominicana tras 23 años de exilio.

La presencia en el país del maestro de la política y padre de la democracia dominicana “revolucionó y modificó sustancialmente el estilo de hacer política en la nación. Su forma directa y sencilla de dirigirse a las capas más bajas de la población le permitió desarrollar una profunda influencia y simpatías”, dice el historiador Euclides Gutiérrez Félix.

La gestión gubernamental del laureado escritor y político, cuyos libros han sido traducidos a más de 15 idiomas, estuvo adornada de patriotismo, de grandes reformas, de honestidad administrativa, de un convincente proceso de reordenamiento económico y social, y de la Constitución más progresista y liberal que ha conocido la República.

Sin embargo, el ensayo democrático presidido por Bosch, siete meses mas tarde, fue derrocado por un golpe militar apoyado por las fuerzas más conservadoras de la nación estimuladas desde el exterior.

En ese período, aparte del derrocamiento del gobierno ampliamente democrático de Bosch, también fueron depuestos alrededor de 16 otros jefes de Estado en el mundo. Raúl Haya de la Torre, quien ganó las elecciones en Perú, no pudo asumir el cargo, y el presidente de la nación más poderosa del mundo, John F. Kennedy, no fue tumbado pero sí brutalmente asesinado en Dallas.

Precisamente fue entre mediados de la década de los años 60 y principios de la de los años 70 cuando tuvo lugar en América Latina un brote de regímenes de fuerza y varias dictaduras que dieron mucho de que hablar.

Con el derrocamiento del gobierno constitucional de 1963 la democracia dominicana sufrió uno de sus peores abortos del siglo XX.

El gobierno encabezado por uno de los dominicanos más sobresalientes e ilustres se caracterizó por respetar estrictamente los derechos humanos y las libertades públicas y, sobre todo, por haber impulsado una serie de proyectos en el aspecto económico y social de extraordinaria trascendencia y beneficios para la amplia mayoría de la nación.

Los aspectos que más se resaltan de ese interesante ensayo democrático son el respeto que primó de los derechos de los ciudadanos y de las libertades públicas.

Sin embargo, cuando se pasa un balance minucioso a la obra de gobierno y a los proyectos concretos emprendidos por Bosch hay que coincidir con los historiadores, políticos y economistas que señalan que el fatídico derrocamiento perpetrado el 25 de septiembre de 1963 retrasó el desarrollo económico y social del país por no menos de medio siglo de nuestra historia.

Según se desprende de publicaciones en los periódicos Listín Diario y El Caribe de la época, y de la Constitución de 1963, el gobierno de Juan Bosch echó las bases del desarrollo económico y social de la República Dominicana, encaminó acciones concretas para sembrar el país de fábricas, industrias y acueductos, incentivar la agricultura y la pecuaria, recatar la escuela dominicana, eficientizar el sistema sanitario nacional y proteger el medio ambiente.

En virtud de las obras contratadas por el Presidente Bosch, si su gobierno no hubiese sido derrocado la sociedad dominicana no estaría hoy sufriendo de tantas carencias fundamentales y quizás tuviera el mismo grado de desarrollo económico y social que hoy exhibe con orgullo la República China de Taiwán.

El gobierno de Bosch –dentro del elevado grado de apertura y participación que exhibió– abrió las puertas del Palacio Nacional al pueblo y, en ese sentido, todos los miércoles el Presidente de la República desayunaba con representantes de los diversos sectores del país a fin de escuchar sus planteamientos y procurar soluciones en conjunto.

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